Juan Jose Domínguez

Realismo y existencialismo en El canto del alcaraván

Juan José Domínguez, escritor leonés radicado en Pamplona, analiza en Diario de León "El canto del alcaraván", en el que encuentra valiosos contenidos realistas y existencialistas:

"Con este título poético (El canto del alcaraván) el escritor y periodista Tomás Álvarez anuncia su último libro, cuya trama dialéctica rebosa realismo y, lo más sobresaliente, la historia decadentemente viva de León durante los últimos cincuenta años. Cuenta el autor como los leoneses de los pueblos huyeron de sus raíces ancestrales para buscar fortuna material en Madrid; de la espiritual y moral ya iban bien servidos.

Los protagonistas podíamos ser cualquiera de los que dejamos el terruño en busca de una vida mejor: se trataba de salir de la pobreza y marchar lejos del «gran hermano rural», pues bajo él y con el consentimiento del «régimen social» los ciudadanos vivían en un ámbito cerrado, cruel y fustigador contra el débil, el desinhibido o el vitalista.

Tomás ha escrito una obra fructífera llena de prosa ágil, en la que maneja los personajes y los ambientes de modo natural, sin complicaciones ni artificios, tan sólo le da realismo y pasión al aldeano que ya no aguanta la presión provinciana. Cuando uno lee el libro uno se siente como si fuera alguno de los protagonistas. Son muchos los hechos, emociones o penas con las que nos podemos identificar; desde los paisajes y los amores hasta los olores. Por eso, El canto del aclaraván sería recomendable que lo leyeran los estudiantes del instituto y la universidad. Recoge la intrahistoria rural de nuestros paisanos con una intensidad que a veces abruma. Pura dialéctica hegeliana entre el campo y la ciudad y entre el ser o no ser. En definitiva, entre el existencialismo y el posmodernismo literario.

Aquí radica el acierto mayúsculo del periodista cepedano. Posiblemente, sin él saberlo, ha escrito una novela filosófica de una enjundia comparable a las obras de Kafka, Camus o Sartre, en las que la angustia existencial y entender el significado de la vida se convierten en obsesión permanente. ¿Por qué estamos y adónde caminamos? Para, en último lugar, retornar a lo más íntimo y hallarnos ante el final arborescente y complicado que acompaña al ser humano.

A Tomás no hay que elevarlo a la categoría de filósofo, por cuanto él no lo es. Sin embargo, cada página del libro rezuma filosofía. Este leonés viajero, cautivador, comprometido y , sobre todo, brillante inteletual, capaz de convertir un acto literario en una inolvidable velada, ha llegado a la madurez de las letras y del pensamiento. Y su nombre debiera figurar entre los grandes escritores de León, En fin, que el de Villamejil no es que sea periodista y politólogo y por eso goce de un conocimiento erudito. No, Tomás es pura filosofía, pura poesía y pura literatura.

Cuando yo les enseño a mis colegas de la universidad, en Pamplona, los libros que publican los leoneses, pero en especial los que escriben los cepedanos, siempre me preguntan lo mismo: «¿Cómo es posible que en una comarca tan pobre, pequeña y por lo que tu nos dices, en rápida decadencia, haya una producción tan voluminosa y de tanta calidad literaria como Eugenio de Nora, Rogelio Blanco...?». Antes les contestaba que, a lo mejor, el hecho de venir de la pobreza hacía que moviésemos el culo con más velocidad que otros que gozaban de recursos económicos más favorables. Incluso, les argumentaba que los leoneses tuvimos la influencia y el «privilegio» de aprender de zagales con los métodos de la Institución Libre de Enseñanza, con la consabida huella que dejó, en especial tras la Guerra Civil; hasta pueden existir -les digo también- explicaciones antropológicas: nosotros somos románticos, idealistas y un poco libertarios, lo cual despierta la imaginación y la necesidad de contar por medio de las palabras lo que nos contaron nuestros abuelos o, simplemente, lo que hemos visto o hemos vivido. Es decir, plasmar sobre una hoja de papel nuestra propia experiencia vital o la del vecino que emigró hace cuarenta años.

Hace una semana, uno de mis colegas navarros me dijo que ya entendía por qué de León salían tantos hombres de letras y pensamiento. Me sorprendió y le pregunté: «¿Por qué?» Me contestó con otra pregunta: «¿Todavía no has leído El canto del alcaraván ?». Quizá tenga que leerlo de nuevo".