Una crónica -preñada quizá del pesimismo de quien no concibe triunfalismo alguno ante un estado de bienestar que ha destrozado la España interior- de primera mano, con retazos autobiográficos, de lo sucedido a millares de españoles que entre los cincuenta y los sesenta siguieron la llamada de la gran ciudad y protagonizaron el bien llamado gran exilio interior.
Atrás quedaron las ilusiones de su infancia y juventud, pero dejaron también una depauperación notable, cultural, económica y poblacional, generando inmensos vacíos y notables desarraigos. Un saqueo humano que nutrió de mano de obra a las grandes ciudades que, cual una moderna peste negra, produjo en la España rural un hundimiento del que muchos pueblos afectados no han podido salir. Unos naúfragos, ellos y la sociedad de la que salieron, a los que ya nadie puede rescatar.
Es este Canto del alcavarán una novela escrita con mucha intensidad y con mucha emoción, en la que asoma una vena periodística de su autor que por supuesto no está reñida con la literatura. Es la crónica desgarrada de la llamada de la ciudad, el canto de sirenas que atrae al hombre rural hacia la urbe, hecha sin melancolías, sin caer en el catastrofismo y en el nacionalismo ramplón. Una novela sin duda recomendable.