Contra la alienación… más cultura

Intervención de Tomás Alvarez, como presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Künig, en un acto cultural celebrado en la catedral de Lugo

Por Tomás Alvarez

Como titular de la Asociación de Amigos del Camino de Künig quiero felicitar a los organizadores que han impulsado los actos de hoy, no sólo por lo que tienen de difusión de cultura y espiritualidad, sino por unir en esta tarea a leoneses y lucenses, y también por recordar el papel de Hermann Künig y su guía como nexo de unión entre León y Lugo, mediante algo tan universal como es el camino de peregrinación a Santiago.

Hace tan solo una década la figura de Künig era escasamente conocida. Incluso, aquellos que hablaban de su guía la malinterpretaban, sin duda por desconocimiento real de la misma, e ignorancia de la historia y del territorio que recorrió el monje alemán.

Fue por esto por lo que hace algo más de un lustro, arropado por numerosos amigos, encargué a Monika Derup una nueva traducción de la guía de Künig, y la publicamos en un libro coral en el que conté con la colaboración, entre otros, de dos destacados lucenses: Jose de Cora Paradela y Carlos Sánchez Montaña.

Poco después, con un grupo de amantes de la cultura, impulsé la Asociación de Amigos del Camino de Künig; se puso en marcha una página web (elcaminodekunig.com) que hoy es un referente en materia de comunicación del peregrinaje, y emprendimos una intensa actividad con exposiciones, ciclos culturales, ediciones de libros, etc. Todo encaminado a trabajar por la difusión de la guía del monje alemán y difundir y defender la cultura de la peregrinación.

Ciertamente la tarea ha sido ardua pero exitosa. Esta misma semana recibí la llamada de D. Ángel González Pieras, director general de la Consejería de Cultura y Comisario de los Caminos de Santiago en Castilla y León, quien me anunció que la senda de Hermann Künig acababa de ser calificada como Camino Histórico a Santiago de Compostela.

En un mundo pendiente de asuntos globales –la política de Trump, las guerras de Ucrania y Gaza o los éxitos de Rosalía o de Taylor Swift- temas como la recuperación de un camino de peregrinación descrito en el siglo XV, parecen no tener una trascendencia. Pero la tienen.

Son iniciativas que van mucho más allá de la simple recuperación de un flujo viajero, porque a quienes habitamos en esta senda esa tarea nos hace participes de un movimiento cultural histórico y universal, y fortalece nuestra relación con otros pueblos y culturas.

Estamos viviendo un tiempo en el que el ser humano parece cada vez menos valioso. El sociólogo norteamericano Wright Mills ya advertía en 1956 (The power elite) que la sociedad se estaba convirtiendo en un mercado de consumo, más que un público con ideas y opiniones. Y ese proceso se ha acentuado desde entonces. 

En realidad, desde hace más de un siglo, filósofos y sociólogos alertan de la decadencia de lo que se conoce como capital social. Cualquier persona de una edad madura que contemple con objetividad su entorno puede detectar esa decadencia; la pérdida de la solidaridad, del sentimiento de comunidad y del valor de los sistemas de cooperación social (sociedades económicas, culturales, sindicales, etc.)

Los sistemas de comunicación –y me refiero desde las redes sociales, al cine o la industria editorial- no sólo manipulan al individuo, sino que deterioran sociedades y culturas; y el hombre pierde su identidad como ciudadano para trocarse en un mero consumidor de bienes, servicios e ideologías.

La democratización del acceso a la información no nos ha llevado a una democratización de la sociedad ni a una difusión masiva de la cultura, sino a un mayor dominio por parte de quienes aprovechan los sistemas globalizados para adueñarse de los resortes del poder y hasta del pensamiento de los seres humanos… 

En años recientes, la entrada masiva del uso de internet, hizo a muchos soñar con un mundo mejor; con más oportunidades de cultura, un mundo más justo y equilibrado socialmente; con un florecimiento de la libertad y una opinión pública basada en el conocimiento de la verdad. Vana esperanza.

Por ello, eventos como este donde nos encontramos, donde celebramos nuestra relación, nuestro patrimonio material y espiritual, sirven para defender también nuestras instituciones, para enlazar grupos sociales, creando focos y dinámicas de progreso, educación y cultura.  

…Y necesitamos cada vez más estas relaciones intersocietarias, el florecimiento de iniciativas y asociaciones, para que el viento de la globalización no nos conduzca a mundo de seres enajenados, como los descritos por autores como Orwell  o Aldous Huxley. 

Hoy, los sistemas tecnológicos nos han convertido en seres excesivamente vulnerables. No hace falta poner ni espías ni micrófonos secretos para entrar en nuestros domicilios. El control se puede realizar cibernéticamente, a través de  los teléfonos, los ordenadores o simplemente las tarjetas de crédito.

Nuestros datos, nuestras lecturas, nuestros gustos, nuestros secretos y hasta nuestros deseos están en “la nube”. Las máquinas, con sus algoritmos, se encargan de sugerirnos cómo actuar y “veladamente”; nos encasillan en grupos de consumo para  guiar nuestros comportamientos. Por eso necesitamos reforzar las relaciones entre nosotros mismos, y defender activamente nuestra identidad, nuestros valores.

Cuando redactamos los estatutos de la Asociación de Amigos de Künig establecimos como objetivo de esta la recuperación de la senda histórica de la peregrinación descrita en su guía. Pero también propusimos la defensa y promoción de los valores humanos de la peregrinación.  Y por eso este año creamos el Premio Hermann Künig de la Hospitalidad; por entender que la acogida, la apertura del ser humano hacia el otro, es un elemento esencial de la historia jacobea, e incluso en la cultura occidental, un elemento que hay que defender hoy más que nunca.

…Y elegimos un jurado con magníficos hombres y mujeres de la cultura y la peregrinación, expertos de Galicia, León, Castilla, Madrid, La Rioja, Asturias… porque un premio es especialmente valioso cuando también lo es el Jurado y el objetivo del mismo. 

Este año premiamos a la Organización de Hospitaleros Voluntarios, que durante más de treinta años ha coordinado a miles de hospitaleros de todos los continentes para dar acogida tradicional por los caminos de peregrinación. El pasado 15 de octubre, en la Abadía de San Isidoro de León entregamos el galardón a estos héroes silenciosos del Camino.

Pocos días más tarde, tuve ocasión de encontrarme con algunos de ellos el Fórum de la Catedral de Colonia, en Alemania. Me hablaron de vivencias en albergues de Cantabria, de Ponferrada y del Burgo Ranero …pero sus palabras decían menos que sus ojos y su sonrisa. Porque esos hospitaleros llevan en su mirada la inmensidad del horizonte y en su corazón el amor al prójimo.

Necesitamos defender nuestro mundo, esos valores, sus valores, nuestros valores.

A menudo recuerdo una frase de Ralph Linton en la que señalaba que un ser de las profundidades del mar no podía conocer lo que era el agua. “Solo la conocería si por algún accidente se pusiese en contacto con la atmósfera”. La frase del antropólogo me impactó hace medio siglo, cuando estudiaba Ciencias Políticas. Y pienso que algo parecido nos puede pasar a nosotros. Podemos vivir una existencia tranquila en León o Lugo, sin percatarnos que nuestra civilización está sufriendo una mutación radical e irreversible.

En medio de esa mutación, bienvenidos sean actos como este, actos que promocionan y festejan nuestra cultura, que fomentan el diálogo y nos incitan a colaborar por un mundo mejor, enraizado en nuestra historia y nuestros valores. 

Es la única defensa ante el inmenso “barrido cultural y moral” de la globalización. 

(Resumen de la intervención en un acto cultural celebrado el día 22 de noviembre de 2025 en la catedral de Lugo, relativo al  patrimonio cultural y el “hermanamiento” entre las sedes episcopales de León y Lugo)