Einsiedeln (Suiza), 04/11/2020
Einsiedeln es, desde la Edad Media, la ciudad suiza más ligada al mundo de las peregrinaciones; un hermoso lugar ubicado en un valle prealpino, al sur del lago de Zúrich y a menos de una hora en tren desde dicha ciudad.
Ese título, el de capital peregrina, obedece a dos motivos: se trata del mayor centro de atracción mariana del país y se considera un punto clave en el inicio del peregrinaje a Santiago de Compostela desde territorio helvético.
Se trata de una población relativamente pequeña, perteneciente al cantón de Schwyz, rodeada de un imponente paisaje a la vera del profundo y azul lago del Sihl y al norte de las montañas de Suiza Central. Es famosa por su gran abadía barroca, donde se venera a la Virgen Negra, ante cuya imagen acuden cada año, desde la antigüedad, cientos de miles de viajeros llegados de toda la Confederación, del sur de Alemania, de Austria y hasta de Polonia.
Todo el entorno de Einsiedeln fue hasta el siglo X un bosque denso en el que se internaban los eremitas para llevar una vida de meditación. El más famoso fue san Meinrad, monje formado en la abadía de Reichenau, cercana a Constanza, quien se retiró a lo más profundo de la foresta, en la que acabó asesinado por dos ladrones en el año 861.
En 934, en el mismo punto donde murió, un clérigo llegado de Estrasburgo, Eberhard, fundó un monasterio, agrupando a los ermitaños de aquellas soledades bajo la regla benedictina. La abadía fue engrandecida por diversos mandatarios y su responsable llegó a ostentar el título de príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico.
Aquel cenobio sufriría diversos avatares a lo largo de los años. Padeció la inestabilidad de los días de la Reforma Protestante, y en el final del siglo ¬XVIII, con la invasión francesa, fue ocupado y saqueado por las tropas revolucionarias. Aun así, resistió a los embates de la historia; en torno a él creció un poblado integrado primero por campesinos y artesanos y luego por comerciantes y alberguistas llegados para atender la creciente peregrinación. La economía se desarrollaría en siglos posteriores con actividades variadas, desde la explotación maderera y la extracción de turba a la impresión de libros (Einsiedeln llegó a tener cinco imprentas en el siglo XIX).
Einsiedeln es, desde la Edad Media, la ciudad suiza más ligada al mundo de las peregrinaciones; un hermoso lugar ubicado en un valle prealpino, al sur del lago de Zúrich y a menos de una hora en tren desde dicha ciudad.
Ese título, el de capital peregrina, obedece a dos motivos: se trata del mayor centro de atracción mariana del país y se considera un punto clave en el inicio del peregrinaje a Santiago de Compostela desde territorio helvético.
Se trata de una población relativamente pequeña, perteneciente al cantón de Schwyz, rodeada de un imponente paisaje a la vera del profundo y azul lago del Sihl y al norte de las montañas de Suiza Central. Es famosa por su gran abadía barroca, donde se venera a la Virgen Negra, ante cuya imagen acuden cada año, desde la antigüedad, cientos de miles de viajeros llegados de toda la Confederación, del sur de Alemania, de Austria y hasta de Polonia.
Todo el entorno de Einsiedeln fue hasta el siglo X un bosque denso en el que se internaban los eremitas para llevar una vida de meditación. El más famoso fue san Meinrad, monje formado en la abadía de Reichenau, cercana a Constanza, quien se retiró a lo más profundo de la foresta, en la que acabó asesinado por dos ladrones en el año 861.
En 934, en el mismo punto donde murió, un clérigo llegado de Estrasburgo, Eberhard, fundó un monasterio, agrupando a los ermitaños de aquellas soledades bajo la regla benedictina. La abadía fue engrandecida por diversos mandatarios y su responsable llegó a ostentar el título de príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico.
Aquel cenobio sufriría diversos avatares a lo largo de los años. Padeció la inestabilidad de los días de la Reforma Protestante, y en el final del siglo ¬XVIII, con la invasión francesa, fue ocupado y saqueado por las tropas revolucionarias. Aun así, resistió a los embates de la historia; en torno a él creció un poblado integrado primero por campesinos y artesanos y luego por comerciantes y alberguistas llegados para atender la creciente peregrinación. La economía se desarrollaría en siglos posteriores con actividades variadas, desde la explotación maderera y la extracción de turba a la impresión de libros (Einsiedeln llegó a tener cinco imprentas en el siglo XIX).
La guía de Hermann Künig
El monje servita alemán Hermann Künig dejó escrita en 1495 una guía de la peregrinación a Compostela en la que sitúa este enclave como punto de arranque del peregrinaje centroeuropeo. Al inicio de su libro recomienda al viajero: “Te dirigirás en primer lugar a Eynsideln. Allí encontrarás las indulgencias de Roma en sobreabundancia”. Su itinerario avanza por Lucerna, Friburgo y Ginebra para continuar hacia el valle del Ródano y el sur de Francia, entrando en España por Roncesvalles para seguir por el Camino Francés, con algunas variantes de interés.
Los viajeros que vienen del norte a Einsiedeln lo hacen por el Camino Suabo. Künig, procedente de la alemana Vach, en Turingia, lo hizo por allí: bajó por Constanza, cruzó el lago de Zúrich por Rapperswil y, poco antes de Einsiedeln, tras superar el puerto del Etzel, cruzó el puente del Diablo (Tüfelsbrugg), al que cita en su guía. Entonces la pasarela era aún de madera y a la entrada había una casa en la que acababa de nacer un personaje extraordinario: Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, Paracelso, quien era hijo de un médico al servicio del monasterio benedictino.
Paracelso (1493-1541) cobraría fama como médico, pero también fue astrólogo y alquimista; cuestionó los métodos tradicionales de curación y su gran aportación a la medicina fue la creación de las primeras drogas basadas en elementos químicos. En una edificación nueva a la entrada del puente actual, una sencilla placa recuerda su nacimiento en aquel paraje solitario. También se le recuerda en Einsiedeln mediante un monumento alegórico, en una plaza ante el monasterio, así como en el pequeño Museo Fram.
El gran monasterio
La actual abadía de Einsiedeln es básicamente barroca. Reconstruida tras diversos incendios, se amplió de nuevo a partir del año 1704 siguiendo las directrices de Kaspar Moosbrugger (1656-1723), fraile benedictino considerado como el mayor arquitecto barroco suizo, quien diseñó una inmensa edificación articulada en torno a un gran templo, de espectacular fachada curva, escoltada por dos poderosas torres y ante una plaza en cuyo centro se alza la fuente de la Virgen (Frauenbrunnen). La gran estructura rectangular del convento queda realzada por la escalinata precedente y la plaza de aire berniniano que rodea a la espectacular fontana, con 14 caños donde beben los peregrinos y coronada por un airoso templete con una Inmaculada dorada.
La entrada al monasterio está en el patio interior, a la izquierda de la fachada, donde también se encuentra la oficina del peregrinaje. Ya en el interior del templo, este sorprende por su exuberancia barroca y su estructura compleja, precisamente para dar una respuesta original a su función de centro de peregrinación. Esa complejidad se percibe al contemplar su plano irregular con espacios de personalidad propia, el primero de los cuales es un espectacular atrio en torno a la capilla de la Gracia (Gnadenkapelle), un templo en el interior de otro templo, donde se muestra la imagen de la famosa Virgen Negra.
La afluencia de devotos es impactante en las concentraciones religiosas de los días 14 de septiembre (aniversario de la consagración de la basílica) y 13 de octubre (aniversario del traslado de las reliquias de san Meinrad), pero siempre hay fieles en los bancos que rodean la capilla. En las paredes cercanas se ven exvotos procedentes de muchos rincones de Europa.
El conjunto del templo impresiona por el colorido de sus frescos y estucados y por elementos singulares como los órganos, coronados por ángeles, o el espectacular púlpito, debido al alemán Egidio Qyurun Asam. Otro de los nobles espacios monacales es el de la biblioteca, con su gran salón barroco y su enorme riqueza de contenido, en el que se acumulan infinidad de manuscritos y grabados antiguos, fruto de una intensa actividad cultural y educativa que dio prestigio a Einsiedeln desde la Edad Media.
La entrada al monasterio está en el patio interior, a la izquierda de la fachada, donde también se encuentra la oficina del peregrinaje. Ya en el interior del templo, este sorprende por su exuberancia barroca y su estructura compleja, precisamente para dar una respuesta original a su función de centro de peregrinación. Esa complejidad se percibe al contemplar su plano irregular con espacios de personalidad propia, el primero de los cuales es un espectacular atrio en torno a la capilla de la Gracia (Gnadenkapelle), un templo en el interior de otro templo, donde se muestra la imagen de la famosa Virgen Negra.
La afluencia de devotos es impactante en las concentraciones religiosas de los días 14 de septiembre (aniversario de la consagración de la basílica) y 13 de octubre (aniversario del traslado de las reliquias de san Meinrad), pero siempre hay fieles en los bancos que rodean la capilla. En las paredes cercanas se ven exvotos procedentes de muchos rincones de Europa.
El conjunto del templo impresiona por el colorido de sus frescos y estucados y por elementos singulares como los órganos, coronados por ángeles, o el espectacular púlpito, debido al alemán Egidio Qyurun Asam. Otro de los nobles espacios monacales es el de la biblioteca, con su gran salón barroco y su enorme riqueza de contenido, en el que se acumulan infinidad de manuscritos y grabados antiguos, fruto de una intensa actividad cultural y educativa que dio prestigio a Einsiedeln desde la Edad Media.
Para senderistas y gourmets
Pero aparte del valor arquitectónico, cultural y paisajístico, Einsiedeln y su entorno poseen acusado interés para los amantes del senderismo, del cicloturismo y del esquí, con un conjunto de trampolines que han sido utilizados como sede de campeonatos e integran un centro de entrenamiento importante para los saltadores suizos.
El peregrinaje y el turismo, incluido el invernal, ha permitido el desarrollo de una buena red de establecimientos hoteleros y restaurantes. Como en cualquier punto de Suiza, si el viajero desea gozar de los encantos gastronómicos no ha de olvidarse de los quesos, quesos que se disfrutan en fondue o en raclette y hasta en el popular plato älplermagronen (macarrones pastoriles con queso y salsa de manzana). Sin olvidarnos de las carnes, con especialidades como el züri gschnätzlets (guiso de ternera). Eso sí, siempre cabe la posibilidad de recurrir a una buena cerveza y un delicioso bratwurst en un sencillo puesto callejero.
Tomás Alvarez