Por Tomás Alvarez. Escritor y periodista
Dos noticias protagonizaron el interés de los medios en la jornada final de este extraño ejercicio de 2017: la aparición del cadáver de Diana Quer en un pozo de Rianxo, y el vestido de la señora Pedroche en el programa de las doce campanadas de una de las televisiones generalistas de España.
Dejo a un lado el drama de Rianxo, absolutamente doloroso para la generalidad de las gentes, para centrarme en la segunda de las temáticas, la aparición de una bella mujer ante la TV mostrando un magnífico cuerpo envuelto en un simbólico vestido y lanzando un mensaje reivindicativo, pretendidamente feminista: «Para este 2018 —dijo— pido que se acabe el juicio a nuestro cuerpo».
Rápidamente, los comentaristas han hablado de la ‘valentía’ de la presentadora, al lanzar un mensaje en el que todos estamos de acuerdo…. Advierto, sin embargo, que yo me permito dudar de la ‘valentía’ del mensaje.
El mundo de la comunicación (y el del negocio) acostumbra a utilizar la belleza del cuerpo de la mujer para vender ropa, perfumes, neumáticos, videojuegos… No es una táctica inocua.
En las últimas décadas, el ser humano ha perdido valor como ciudadano para transformarse básicamente en consumidor de productos o servicios. Y para acelerar el fomento del consumismo se ha recurrido a una ‘cosificacion’ de la mujer reduciéndola a su papel de cuerpo.
El crecimiento del negocio —y con ello el alza de beneficios— se consigue generando en el ser humano la angustia del consumo mediante mecanismos muy sutiles y uno de los más poderosos es el sexual. Es ahí donde opera la ‘cosificacion’ de la mujer y su transformación en ‘mercancía’.
...Y en la lucha de las cadenas de TV por la audiencia —que es una lucha por el negocio— se ha cosificado a Cristina Pedroche como apetecible ‘oferta’ pública para desbancar el liderazgo tradicional de TVE-1 en la programación de fin de año.
No nos engañemos, el vestido de la Pedroche es realmente la envoltura de un objeto atractivo y apetecido, utilizado por Antena 3 para ganar audiencia y además promocionar a una casa de moda de novias. La aparición de esta bella mujer en la pantalla, semidesnuda, al lado de un señor acorazado de ropa consagra la disparidad en el tratamiento a las personas de distinto sexo, en lugar de avanzar hacia la igualdad.
Siempre me llamó la atención el cuadro de Edouard Manet El almuerzo campestre (Le Déjeuner sur l’Herbe) en el que aparece una mujer desnuda en la hierba, junto a dos caballeros vestidos totalmente. El cuadro de hace siglo y medio, chocó contra la moralidad de sociedad de aquella época, no acostumbrada al desnudo. Para mí el desnudo es bello, pero la objeción es otra: la disparidad entre el papel de la mujer y el hombre. No me seguiría causando disgusto el cuadro si los tres protagonistas del mismo estuvieran sin ropa (Miguel Angel Buonarroti los habría pintado así).
Admiro a las activistas de Femen, que muestran su cuerpo desnudo en la calle o en el Congreso de los Diputados defendiendo los derechos de la mujer y convirtiendo a su propia carne en un eslogan reivindicativo. No acepto el mensaje pretendidamente reivindicativo de Cristina Pedroche, envuelto en delicadas costuras de Pronovias y cosificado, año tras año, para ‘vender’ un producto televisivo. Es más, su defensa de los derechos de la mujer me suena a una coartada frente a posibles críticas.
Con toda seguridad el mensaje de igualdad de derechos sería más creíble si se aplicase la misma envoltura técnica a los dos presentadores del programa. Predicar el respeto y la igualdad de derechos y desnudar a la mujer para ganar audiencia tiene poco que ver con el feminismo.
Postdata: Antena 3 consiguió el objetivo. La cuota de audiencia del programa creció cuatro puntos, acercándose algo más a los niveles de TVE1. La publicidad para el programa del fin de año del 2018 le dará aún más beneficios.