En el homenaje al artista plástico Rosendo García Ramos, Sendo.
Por Tomás Alvarez
Tenemos el deber inexcusable de honrar a aquellos ciudadanos que con su ejemplo, sus trabajos, su maestría, contribuyen a engrandecer nuestra sociedad. Esos personajes –sean de cualquier actividad- hacen grande a nuestra tierra, y con ello nos engrandecen a nosotros también. Hombres como Eugenio de Nora –al que estamos honrando en el centenario de su nacimiento- o como Sendo, a quien recordamos ahora de manera especial, hacen que nuestra pequeña tierra sea más grande y que todos nosotros estemos orgullosos de compartir con ellos la cultura y las raíces.
“Cuanto más grande os parece vuestra tierra, más debéis pensar que hubo hombres que la forjaron”, argumentaba Pericles en el siglo V a. de C. en su famosa Oración fúnebre.
Sendo –al igual que Nora- ha sido también un intelectual comprometido con la cultura y con su gente. Y tras su desaparición estamos obligados a pregonar al mundo nuestra admiración y respeto.
Es doloroso saber que el taller de Sendo quedó silencioso, pero en cada uno de nosotros queda algo del artista y del ser humano: El recuerdo de su carácter, la valoración de una obra extraordinaria, en la que se aprecia un enorme dominio técnico; una creación que oscila entre el realismo y la abstracción, magistral en la captación del movimiento.
Pero también destacamos su coherencia y amor a esta tierra, con la que ha estado siempre comprometido. Esto es muy importante, porque en la dramática situación de hundimiento de la sociedad leonesa… hemos de comprometernos todos. El silencio es complicidad con el expolio histórico y económico.
Nacido en San Justo, en 1948, Sendo estudió en la Escuela de Arquitectos Técnicos y en Bellas Artes en Madrid y Bilbao, y fue catedrático de Dibujo, tarea ejercida en España y en Lisboa, donde fue docente del Instituto Español.
Fue un personaje inquieto, ansioso por conocer el mundo, las vanguardias y los territorios. Es famosa su marcha por Europa a lomos de una Vespa, hace medio siglo, visitando centros artísticos y contactando con instituciones y personajes del arte o la literatura.
Sendo expuso en salas e instituciones de diversos puntos de España, Francia, Chequia, Polonia, Portugal, México y Japón, etc. Su obra se halla en destacados centros e instituciones, tales como el museo de Bellas Artes de Bilbao, la Biblioteca Nacional de España, el museo de Diseño del Papel Pintado de Múnich, así como en colecciones de España, Francia, México, Portugal, y otros países.
La mayoría de nosotros le conocimos y recordaremos siempre. De carácter afable, era un personaje, austero y silencioso, de rostro afilado, ojos vivarachos y bigote daliniano. Su figura, de aire quijotesco, se coronaba habitualmente con un sombrero negro, a juego con su sobria vestimenta.
Era parco en el hablar, y cuando lo hacía, el interlocutor encontraba en él no sólo al artista sino al hombre culto, viajero y poeta, una poesía que se mostraba en sus armonías de color.
Como sabéis, el pintor habitaba en una colina de las afueras de San Justo, al lado de la senda de los peregrinos. Era un rincón querido, la Judiega, donde sentía el latido de los viajes, el calor de su propia historia, a la vez que contemplaba el pueblo donde nació, y el horizonte montañoso dominado por el Teleno, el Olimpo de los antiguos dioses astures.
En la cima de ese otero en el que se asienta la casa se alza un crucero desde donde los peregrinos contemplan las montañas que han de cruzar en dirección al Finisterre atlántico; un crucero ubicado en el punto en el que, en el siglo V, el obispo Toribio se despidió llorando de su sede de Astorga, cuando no pudo dominar las disensiones con los priscilianistas.
Ese crucero es también parte de la historia de Sendo. Ante él, en 1987 montó una acción artística dramática y genial titulada Queimoss. Las imágenes tomadas de aquel evento, hace ahora más de treinta años, han quedado obsoletas técnicamente. Pero el rudimentario testimonio de Art-acción resulta sobrecogedor para el amante del arte.
Se inicia la imagen con una exposición de cuadros de gran formato en medio del campo. Cae la tarde a la par que la música se hace dramática, estridente. Mientras el sol avanza hacia el ocaso, se presentan los cuadros de colores vivos y trazo kandinskiano.
Avanza la hora, los cielos se tornan rojinegros y la oscuridad de la noche engulle al paisaje. …Y entones surge la luz. Es el fuego que devora sus cuadros e ilumina los rostros de los paisanos del lugar que han acudido a la cima del otero para contemplar aquella “salvajada” de un pintor que se acerca a la cuarentena y que ya ha recorrido medio mundo.
Cuando mostré mi pesar por ver quemada toda aquella obra, Sendo respondió jocoso: “Era obra inacabada, le faltaba la pincelada final del fuego”.
Aparentemente tranquilo y cauto, Sendo escondía un espíritu propio del neoexpresionismo: furia provocadora, lenguaje pictórico agresivo, crudo, encaminado a despertar el nivel emocional dormido en el alma del espectador, aturdido por los mensajes alienantes de la sociedad de consumo.
Su actitud me recordó a la de neoexpresionistas como Báselitz que no han dudado en terminar una escultura de madera desfigurando el modelo a machetazo limpio.
Como los neoexpresionistas, Sendo gustaba de presentar cuadros en los que conviven en un equilibrio inestable los elementos figurativos y los abstractos, generando unas composiciones de intenso vigor emocional.
Pero a Sendo no se puede encasillar en ningún tipo de movimiento ni estilo, por su rabiosa libertad de creación y de acción.
Cuando abordaba una temática concreta aplicaba el enfoque artístico que creía conveniente para despertar la emoción del espectador. Para el montaje de Queimos eligió unos trabajos kandinskianos que provocarían el pasmo de las gentes sencillas de San Justo; para la serie sobre el pavoroso incendio de los campos del Teleno (2012) eligió un delicado y poético cromatismo que inunda de melancolía el alma de quien contempla aquella grandiosa naturaleza muerta. “Fuiste valle del paraíso y hoy sólo eres infierno de cenizas”, escribió Antonio Colinas al contemplar uno de aquellos trabajos.
Para mi obra sobre la Gastronomía del Quijote, en unos días creó una serie de ilustraciones que me recordaron a otro gran expresionista abstracto, Willem de Koonig. Al igual que en la obra del holandés, en aquellos trabajos de Sendo había una controlada pérdida de control que daba como resultado una maravillosa confusión de habilidad y de casualidad. Particularmente, me emocionó su trabajo sobre Sancho y el bálsamo de Fierabrás; sencillamente genial.
Como paisano, como amigo, como vecino de esta tierra he sentido la marcha del pintor hacia los míticos Campos Elíseos. Y como amante de la pintura, lamento que su extraordinaria obra siga siendo desconocida para la mayoría de los amantes del arte...
Por lo que fue, por lo que representa para nosotros y para la cultura, este año, en el día de las Letras Cepedanas, le dedicamos un espacio especial para hablar de este escritor de lienzos que colaboró con nuestra Asociación cuando se reclamó su presencia, y a quien dedicamos una exposición monográfica hace pocos años.
Como muestra de homenaje, Saturio Aller, presidente de la Asociación Cultural, entrega hoy nuestra placa honoraria, una terracota, obra de Marta Ribera, magnífica ceramista cuyo taller está a pocos centenares de metros de aquí. Es una representación de Atenea, diosa de la Civilización, de la Cultura y de la Victoria en la lucha. Es nuestro homenaje a un hombre, a un artista querido, a quien consideramos Socio Honorario de nuestra entidad cultural.
Gracias Sendo por tu arte… por tu ayuda, por tu afecto y por tu compromiso.