Hay ciudades con cientos de miles de habitantes… y sin alma; pero existen otras –grandes y pequeñas- en las que late la historia, la cultura, las tradiciones y leyendas. Son las ciudades con alma. Astorga es una de ellas.
En estas últimas, cada plazuela, cada calle, cada edificio atesora una memoria que se pierde en la profundidad de los siglos, y cada recodo es fruto de los sueños y esfuerzos de aquellos ciudadanos que con su amor y creatividad han sido capaces de defender, transmitir y enriquecer el legado de las generaciones anteriores.
Los grandes hombres de la sociedad son aquellos que contribuyen a salvar y engrandecer el alma de los lugares que habitan. Javier Pérez es uno de ellos.
La obra de Javier se halla por doquier en torno a Astorga, pero reluce de forma nítida en la ciudad, tanto por las construcciones diseñadas por él como en la conservación del patrimonio.
Entre sus intervenciones figuran las restauraciones efectuadas en la catedral de Astorga durante los últimos veinticinco años, la rehabilitación del Palacio Episcopal, la restauración de la Ergástula; la construcción del Museo Romano, la reforma de la Plaza Mayor, la reconstrucción del convento de los PP Redentoristas, la restauración del convento de Sancti Spiritus, etc.
Pero la energía vital de Javier no se paró ahí, sino que alcanzó otros ámbitos de la vida pública, desde su actividad como concejal del Ayuntamiento de Astorga como en su papel directivo en Edypsa, Ediciones y Publicaciones Astorganas, S.A., empresa editora de El Faro Astorgano, donde ocupó puestos de vocal y presidente del Consejo de Administración.
De aire elegante, gesto sereno y lenguaje reposado, Javier era poseedor de una fina ironía y un trato amable que se sintetizaba en su sonrisa franca. Abierto y cordial, mantuvo intacta su forma de ser, pese a los golpes progresivos de su larga enfermedad. Esa fortaleza ante su dolencia, nos daba la esperanza de que las Parcas que controlan el hilo de la vida habrían de ser generosas con él, igual que él lo era con los demás.
Su ejemplar dedicación profesional, social y familiar no fue obstáculo para que en su tiempo de ocio desplegase una brillante creatividad artística; porque fue aficionado a la pintura desde sus días de estudiante. La pintura de Javier es colorista, alegre, de tonos cálidos, marcadamente naif, y en ella revela un espíritu positivo y soñador.
Este verano, Javier donó para una exposición benéfica de la Asociación Cultural Rey Ordoño I un óleo sobre tela y tabla titulado “Torres de la catedral de Astorga”; en él asoman esos tonos cálidos en los tejados de Santa Marta, en las torres catedralicias y en un cielo astorgano que estalla en color al igual que los cohetes de una nit del foc. En ese cielo se refleja el optimismo y la vida; y también el cariño de este “guardián del alma de la ciudad” a sus edificios más amados.
El escritor García Márquez decía que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Por su ejecutoria, generosidad y afecto Javier no caerá en el olvido, pues es justo concederle la honra del recuerdo y el elogio a sus virtudes y valores.
Tomás Álvarez. Del Consejo de Administración de Edypsa.