El paso de una sociedad eminentemente rural a otra centrada en lo urbano dio lugar a un abandono del campo, a una desolación del paisaje, a una concentración acelerada en gigantescas urbes desangeladas. Y con tal quiebra de modos de vida tradicionales, el individuo contempló la aparición de densas y caóticas formas de asumir el mundo y de entrar en contacto con la colectividad. Surgieron así nuevos entornos pero también nuevas formas de hablar, de sentir sopesar y controlar lo cotidiano, no mejores que las tradicionales, más ineludibles a la luz de las crecientes innovaciones estéticas y, cómo no, éticas. Todo este panorama de emigraciones, supervivencias y acomodaciones, forjadas en un pulso recio de la realidad fue dibujado ya por la generación de escritores realistas de los años cincuenta, tanto en el territorio de la narrativa como en el de la poesía e incluso el teatro. Sin embargo, ese reflejo siguió por lo general un cauce expositivo lineal, válido para un lector de aquellos tiempos y acorde con las normas propias de la escuela literaria entonces naciente. Volver hoy sobre aquellos asuntos no tendría sentido sino en una percepción más sensitiva y dual, menos directa, más entroncada con una visión existencial y una técnica expresionista del trabajo narrativo, sus derivaciones y efectos. Por eso, la edición de la breve breve, en positiva comparación con la moda actual de los novelones interminables, e inacabados- novela que lleva por título El Canto del alcaraván y de la que es autor el leonés Tomás Álvarez, tiene justificación y sentido, dentro de la referida narrativa destinada a mostrar el referido cambio socio-económico y cultural de la España del Medio Siglo, volcada hacia el desarrollismo y la modernización.
En esta novela, de lenguaje medido y sabiamente sopesado a lo largo de 286 páginas, su autor sigue un itinerario personal y sentimental que evidencia conocer en detalle, ya por lo vivido, ya por lo observado, pero evita caer en la fácil autobiografía camuflada o en la no menos fácil mirada externa y distante, sin compromiso profundo y más dada a los melindres y las jeremiadas que a una comprensión rigurosa de la realidad...
...Álvarez construye una narración asequible y sugerente, sin extremismos ni artificios innecesarios. Novela social en el sentido más válido y actual de este concepto...
La obra ...(consigue)...hasta dejar en el lector un poso de reflexión sensitiva, nunca desalmada, nunca desvaída por ideologías premeditadas o desmesurados afanes de cronista. Ese poso, sedimentado en una mirada jalde sobre la llanura arenosa del tiempo, es el que combina en esta novela lo presentido y lo analizado, hasta dejar en manos del lector la posibilidad de entender a través de la imaginación lo que una vez fue real, es decir, a través de la literatura, arte y salvación de la memoria