Julio Llamazares y Rogelio Blanco

Literatura del desarraigo. Julio Llamazares y Rogelio Blanco presentaron en el Círculo de Bellas Artes El canto del Alcaraván: ésta es la crónica de la agencia EFE sobre el acto.

El escritor leonés Tomás Alvarez reflexiona sobre la despoblación de la España interior y el desarraigo que ese fenómeno produjo en cuantos abandonaron su tierra en busca de una vida mejor en su novela "El canto del alcaraván", una obra que refleja "la melancolía del mundo perdido, el mundo de la infancia".

La novela fue presentada hoy en el Círculo de Bellas Artes por los escritores leoneses Julio Llamazares y Rogelio Blanco, director general del Libro del Ministerio de Cultura, en un acto en el que el autor dijo que la visión que emana de su libro "es pesimista", quizá porque "no caben triunfalismos ante un estado del bienestar que ha destrozado la España interior".

Publicado por Tabla Rasa, el libro podría ser la crónica de lo sucedido a decenas de miles de españoles que en la década de los cincuenta y los sesenta siguieron la llamada de la gran ciudad y protagonizaron ese "exilio interior" del que, según Rogelio Blanco, se habla y escribe tan poco.

Atrás dejaron unos territorios que sufrieron "una depauperación notable, tanto desde el punto de vista económico como desde el cultural y el poblacional", señaló Blanco, para quien aunque la novela de Tomás Alvarez está situada en León, la realidad que recrea podría corresponder a muchas otras regiones españolas.

A diferencia de lo que sucedió en otros países de Europa, en los que el tránsito de una economía rural a una industrial o de servicios fue un proceso que duró más de un siglo, en España ese cambio fue rápido y apenas duró unas décadas, generando "inmensos vacíos y desarraigos", dijo el autor .

Ese "saqueo humano que nutrió de mano de obra las grandes ciudades", tras diezmar poblaciones enteras, fue comparado hoy por Tomás Alvarez con "la peste negra", porque en amplias zonas de España produjo "un hundimiento" del que muchos pueblos afectados no han podido salir.

Alvarez, que ha desarrollado gran parte de su carrera en la Agencia EFE y actualmente es director de Economía en esta empresa, conoce la realidad que recrea en "El canto del alcaraván". Nacido en en 1948 en Villamejil, un pequeño pueblo de León, el escritor ha visto cómo la comarca en la que transcurrió su infancia ha pasado de los 15.000 habitantes que tenía en los años sesenta a los 3.000 con que cuenta ahora.

El reencuentro casual con un antiguo amigo de la época escolar, al que vio "descolocado" y con una intensa crisis personal fue la chispa de la que surgió la novela de Alvarez, en la que reflexiona sobre los miles de individuos que un buen día dejaron su tierra y se convirtieron "en náufragos", aunque consiguieran triunfar en las ciudades donde trataron de echar raíces. "Han naufragado ellos y la sociedad de la que salieron".

Para Julio Llamazares, no es casual que la provincia de León haya dado tantos escritores. "El desarraigo, esa sensación de proceder de un mundo rural que desapareció delante de nuestros ojos", es una de las razones que explicaría esa abundancia de literatos. La otra sería "la tradición" de contar con buenas revistas de literatura que funcionaron como "cantera" de sucesivas generaciones de autores.

Ese desarraigo, añadió Llamazares, influye en que la literatura de los escritores leoneses refleje a veces "la melancolía del mundo perdido, el mundo de la infancia", que es lo que hace Tomás Alvarez en "El canto del alcaraván", una novela "escrita con mucha intensidad y con mucha emoción, con la sabiduría del periodista, que no tiene por qué estar reñida con la literatura".

"Tomás Alvarez ha llegado un momento en que ha sentido la necesidad de contar en una novela lo que nunca había contado y de reflexionar sobre esa sensación de pérdida que sentimos todos los que venimos de un mundo agrario que desapareció en los años cincuenta y sesenta. Ese pueblo de la novela resume el mundo", afirmó Llamazares.

Rogelio Blanco echó en falta más libros como éste, en el que se recrea ese "mundo sórdido" de la España interior de los años cincuenta, y recomendó que cuando se acometa el análisis de esa época, se haga "sin melancolías, sin caer en el catastrofismo y en el nacionalismo ramplón".