Santa Marina y Benavides, en la vía de la peregrinación

Artículo de Tomás Alvarez, sobre la importancia de Santa Marina del Rey y Benavides, en la ruta de la peregrinación a Compostela que avanza por La Cepeda y entre en el Bierzo, “sin pasar montaña alguna”. Publicado en Diario de León
A veces, cuando nos hablan del desafío planteado por Suero de Quiñones sobre el puente de Hospital de Órbigo, obligando a luchar contra él a todo caballero que deseara cruzar por aquel lugar, nos preguntamos: ¿Por dónde irían aquellos que peregrinaban en son de paz y que no querían trifulcas innecesarias?

La respuesta a la pregunta anterior es sencilla: el paso alternativo se hallaba exactamente a cinco kilómetros al norte de donde en 1434 se desarrollaba el torneo del Paso honroso; porque en aquel tiempo el itinerario que unía a Santa Marina del Rey con Benavides de Órbigo era sumamente utilizado por el peregrinaje. 

Acostumbrados al flujo peregrino moderno por el histórico paso de Hospital de Órbigo, es bueno repasar libros y documentos del pasado para descubrir los itinerarios utilizados antaño por cientos de miles de viajeros que avanzaron hacia el occidente hispano con objeto de llegar a la tumba del apóstol Santiago. En ese repaso, nos encontraremos con diversas referencias a la importancia de Santa Marina del Rey y Benavides en el mundo de la peregrinación.

Un famoso testimonio del uso de la vía de Santa Marina quedó documentado para siempre el 1495 por Hermann Künig, monje servita, del convento de Vacha o Vach, en el actual estado alemán de Turingia, quien, tras realizar un largo viaje a Compostela escribió su famoso libro-guía titulado “Die walfart und Straß zu sant Jacob”, La peregrinación y el Camino a Santiago.

Aquella guía de peregrinos, publicada por primera vez en Estrasburgo, fue muy popular. Se reeditó varias veces en el siglo XVI, hasta que la Reforma protestante hizo decaer la peregrinación jacobea desde Centroeuropa.

En el texto, el monje peregrino narraba su viaje a Compostela, iniciado en Einsiedeln, cerca de Zúrich, donde se hallaba una poderosa abadía dedicada a Nuestra Señora de los Ermitaños,  el centro mariano más importante de Suiza y punto de arranque de los viajes a la tumba del Apóstol.

Desde aquel lugar, Künig avanzó por Berna, Friburgo, Ginebra, Aix les Bains, para acercarse al valle del Ródano y continuar hacia España pasando por Nimes, Montpelier, Toulouse, Auch y Saint Jean Pied de Port.  Ya en territorio hispano, el monje seguiría el itinerario clásico del Camino Francés, salvo en sendos desvíos entre León y Ponferrada y en el entorno de la provincia de Lugo.

Según sus indicaciones, hacia la mitad del trayecto entre León y Astorga, dejaría el itinerario Calixtino para tomar el camino de Santa Marina del Rey. Esta ruta conduce al paso más suave para cruzar los Montes de León, pasando por Benavides, la zona central de la comarca leonesa de la Cepeda, y dejando las montañas a la izquierda. “No necesitarás escalar montaña alguna”, advierte al Künig al lector de su guía.

Por este camino, el peregrino evitará los más de 1500 metros de altura del paso por Foncebadón, para franquear los Montes por una cota de algo más de 1100, en el punto donde las cuencas del Duero y Miño/Sil se comunican más fácilmente, a la altura de Cerezal de Tremor, ahora un despoblado ubicado en un bello paisaje en el que aún se ven restos de su rico pasado religioso y peregrino.

Santa Marina del Rey: una importante población medieval.

Santa Marina, conocida especialmente por su Feria del 18 de Julio, día de la patrona del lugar, es en la actualidad una agradable villa de vocación campesina que se ha trocado en más turística, sobre todo en las proximidades de Órbigo, donde se hallan instalaciones deportivas, camping, piscina y un hermoso bosque que rodea al  espejo del agua. Allí, junto al puente, el río semeja un pequeño lago, donde juegan las anátidas.

Estas aguas del Órbigo tienen el prestigio de ser el “paraíso truchero” de España, y en ellas se disputan todos los años campeonatos nacionales y europeos de pesca. Autores como Miguel Delibes han dejado fe de la belleza de la zona y su riqueza piscícola.

Pero Santa Marina es también una población de rico pasado, sobre la que han publicado interesantes textos Francisco Fuertes y José María Villanueva. Hace cinco siglos era ya el mayor centro urbano de la zona y hasta hoy han llegado muestras de aquella importancia, entre ellas el magnífico templo parroquial, de tres naves, con un interesante órgano barroco, de 1634, excelentes retablos y buenas estatuaria, entre la cual destaca la Virgen de la Manzana, gótica.

En el plano de la arquitectura civil, lo más notable es la torre del Reloj, de tapial, del siglo XVI, con una altura de más de 17 metros, la exigida para el funcionamiento del mecanismo de relojería, accionado por un gran sistema de contrapesos.

Santa Marina, que además contaba con varias ermitas en su casco urbano, llegó a ser durante algún tiempo, en 1558, sede diocesana eventual, cuando el obispo dejó Astorga para asentarse en el lugar, a causa de un enfrentamiento con el poderoso Marqués de Astorga.

Desde siglos atrás, en el lugar funcionaban dos hospitales para atender a pobres y peregrinos. Uno, el de San Lázaro, ubicado en las afueras de la villa, enfocado a la atención a los viajeros leprosos, muy habituales en la Edad Media. El otro, mucho más céntrico, era el de Santa Catalina. Ambos hospitales funcionaban ya cuando Künig pasó por allí, y seguían funcionando dos siglos después, cuando se efectuó el catastro del Marqués de la Ensenada, si bien el de San Lázaro parece que en los días del Catastro -mediados del siglo XVIII- ya era prácticamente inoperante.

Para sostenimiento de ambos centros de hospitalidad existían dos cofradías con diversas propiedades, enajenadas en los tiempos de las desamortizaciones.

A lo largo del Camino de Santiago habían surgido numerosos hospitales de atención a los leprosos, tanto en ciudades importantes como medianas. La lepra fue una enfermedad muy común en Europa durante la Edad Media y era fama que la visita a las reliquias de Santiago constituía un remedio para ella, tal como se refrenda en el mismo Códice Calixtino.

Estos centros de atención se expandieron a partir del siglo XII, cuando en Jerusalén se creó una  Orden de los Caballeros de San Lázaro y el papado apoyó la creación de una red de casas de San Lázaro en toda Europa, dotadas capilla, y atendidas en su mayoría por cofradías creadas al efecto. En el trayecto que siguió Künig entre León y Ponferrada había dos puntos de atención a los leprosos: en Santa Marina del Rey y Bembibre. En Santa Marina aún se puede ver la espadaña de la ermita del hospital de San Lázaro en medio de lo que ahora es el camposanto.

Benavides villa peregrina

En la orilla opuesta del valle del Órbigo se alza Benavides, que actualmente es la mayor población de la zona y mantiene su tradicional feria de los jueves. Se trata de una villa de activa vida agrícola y comercial, en la que destacan sus casas de soportales en el centro urbano. El lugar adquiere en el verano cierto aire vacacional, con un turismo apoyado por la amplia zona deportiva y de ocio que tiene relativamente céntrica, donde estaba el palacio señorial de los Condes de Luna.

El puente que sobrepasaba el cauce principal del Órbigo entre Santa Marina del Rey y Benavides siempre fue un punto importante para la peregrinación.

A lo largo del tiempo, ha habido varios puentes, que han tenido que sufrir reparaciones constantes por las grandes riadas de la historia del valle. De la necesidad de esas reparaciones da cuenta un memorial que en el año 1544 dirigió el Concejo de Benavides a Carlos I, demandando ayuda para defender los pueblos de las riadas y reparar puentes.

La demanda se documentó con testimonios de vecinos  del lugar y de los pueblos de la zona, recogidos ante notario, en los que se ratifica la necesidad de reparar el puente sobre el cauce principal del rio: “puente grande e ancha e muy provechosa e necesaria, ansí para las gentes e ganados de la dicha villa como para los caminantes que van e pasan con bestias e carros e gente de la ciudad de Astorga para la ciudad de León e villa de Santa Marina e para otras muchas partes e lugares de estos reinos e que por ella pasan muchos peregrinos e romeros que van e vienen a Santiago e a Nuestra Señora del Camino e a San Bartolomé de Cepeda, que son grandes romerías e ayuntamiento de gentes e donde se ganan muchos perdones”.

Junto a esta “puente grande” el memorial dirigido a Carlos I también pide ayuda para dos pontones: el de la presa de los Molinos y el existente sobre las aguas que vienen de Antoñán.

Benavides era antaño señorío de los Condes de Luna. En un mapa elaborado en el siglo XVIII para un pleito por derechos en la zona y que está en la Real Chancillería de Valladolid, aparecen tres pontones entre Santa Marina y Benavides, para superar los brazos del caudaloso río Órbigo. Sobre los tres aparece la cruz cruzada lo que nos podría dar a entender algún tipo de relación con las órdenes vinculadas a la peregrinación.

La importancia de la peregrinación en Benavides se ratifica además por la existencia de un hospital en el lugar, que colabora con los de Santa Marina, según se dice en el Catastro del Marques de la Ensenada. Asimismo, la villa contaba con un convento franciscano desde el siglo XV, que nació bajo el impulso de los señores del lugar y que cerró en tiempos de la desamortización de Mendizábal.

No cabe duda de que los peregrinos podían continuar desde Benavides en dirección a Santiago, por el valle de Antoñán y la Cepeda. Los testimonios de las devociones jacobeas son evidentes: La parroquia de Benavides está bajo la advocación de San Martín de Tours; en el retablo de la iglesia de Antoñán encontramos de nuevo a San Martín de Tours, y el patrono de Cogorderos es San Martín de Tours…

Que esta era la gran vía de penetración desde Benavides hacia la Cepeda está reconocido por testimonios históricos. Así figura en el mapa que elaboró en el siglo XVIII el cartógrafo Tomás López de Vargas Machuca, y fue la que empleó el propio general Jean André Valletaux para atacar a las tropas españolas acantonadas en el valle del Tuerto, defendiendo el paso hacia el Bierzo, en la Guerra de la Independencia.

El día 23 de junio de 1811, Valletaux, enardecido tras tomar Benavides, avanzó hacia la Cepeda y atacó al ejército español que ocupaba posiciones entre Villamejil y Quintana de Fon. Nueve mil soldados participaron en la llamada Batalla de los Altos de Cogorderos, en la que los franceses llevaron la peor parte: el general galo perdió la vida junto con centenares de soldados.

En los Altos de Cogorderos, por donde en la Edad Media pasaban los peregrinos con dirección a Compostela, Valletaux ganó la honra de la patria; su nombre está grabado en el Arco de Triunfo de L’Etoile de Paris. Pero perdió la batalla … y la vida.