Discurso en la entrega del Premio Hermann Künig de la Hospitalidad

Discurso de Tomás Álvarez, en la entrega del Premio Hermann Künig de la Hospitalidad a la organización Hospitaleros Voluntarios, el 15 de octubre de 2025, en la Real Abadía de San Isidoro de León.
Premio Hermann Künig de la Hospitalidad a la organización Hospitaleros Voluntarios

Buenos días a todos y bienvenidos a esta cita, en este lugar lleno de arte e historia, donde se alzó un templo a Mercurio en la época romana, lugar que en la Edad Media fue palacio real de una de las monarquías más poderosas de Europa, y que en la actualidad es alma de una ciudad, donde se alberga uno de los tesoros medievales más importantes del Continente.

Mis primeras palabras han de ser de agradecimiento a tanta gente que nos acompaña en esta jornada, que no es una jornada cualquiera porque es una fiesta de la Hospitalidad Jacobea. Entregamos hoy el premio Hermann Künig de la Hospitalidad, recién creado, que está llamado a ser un galardón jacobeo notable, porque se dirige a realzar un valor esencial en la peregrinación: el de la acogida al peregrino.

Gracias a las autoridades que nos acompañan. Empezaré por D. Ángel González Pieras, representante de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, director general de Turismo y comisario de los Caminos a Santiago en esta Comunidad.

Gracias a los distintos representantes de instituciones leonesas y municipales vinculadas al Camino. A D. Juan Guerrero Gil, presidente de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago; a D. Ángel Trabada, vicepresidente de la misma y titular de la Asociación de Lugo; al presidente de la Asociación leonesa Pulchra Leonina D. Anselmo Reguera, representado hoy por D. Jose Buzzi. Y a los miembros de asociaciones santiagueñas de otros ásmbitos, entre ellos a D. Javier Gómez, titular de la Asociación Vía Künig e impulsor de esta y de otros caminos jacobeos. 

Y un saludo muy especial a los integrantes de la Asoc. de Amigos de Künig, muchos de ellos aquí hoy.

Mi gratitud a los integrantes del Jurado, D. Rogelio Blanco, Dª. Ana Isabel Barreda, D. Xosé María García Palmeiro, D. José de Cora Paradela, D. Luis Gutiérrez Perrino, Dª. Maite Moreno Sanes, D. Manuel Alejandro González Flores, y D. Apolinar Fernández Franco. La grandeza de un premio se mide por la importancia de su objetivo y por la calidad del Jurado. Y ambas cosas hacen importante al que entregamos.

En este sentido quiero citar especialmente a tres personas que me han ayudado muchísimo a definir el premio: Luis Gutiérrez Perrino y Anai Barreda, integrantes del Jurado, y Luis Celeiro, personaje destacado en los ámbitos del periodismo y las instituciones políticas y culturales gallegas. Y cómo no. A Marta Rivera, ceramista con una gran sensibilidad que creó la terracota del Premio; a Lalo Fernández Mayo, diseñador del Diploma, y a Andrés Berlanga, joven periodista de RTV León, que aceptó la responsabilidad de coordinar este acto.

Cerraremos el acto con una actuación musical de un trío que hace una música deliciosa - Noelia Díez, al piano; Laura Carbajo, violín; y Claudia García, flauta. No es preciso hacer un elogio del grupo, pues su música –sencillamente- les cautivará.

Hace seis años, pocas semanas antes de la Pandemia, cuando fundamos la Asociación de Amigos de Künig, pusimos entre los objetivos de la misma uno que es clave: la defensa y promoción de los valores humanos en la peregrinación.

El acto de hoy muestra que la inclusión de ese objetivo no fue una frivolidad que se nos antojó al redactar los estatutos, sino algo que, como conocedores de la historia y de la peregrinación, nos pareció oportuno.

Los integrantes del grupo de socios reunido en el momento fundacional sabíamos que Hermann Künig no sólo había escrito una guía en la que recomendaba el paso por nuestra tierra. Él, por primera vez, tuvo la oportuna idea de hacer un librito en el que describe los caminos, los puentes, las fronteras, las distancias, las monedas… 

…Y, sobre todo, un texto en el que cuida al que llama “hermano Peregrino”, al que orienta para que no se pierda; para encontrar un lugar donde recogerse o donde comer… En definitiva, para poder llegar indemne a Compostela.

El autor sabía de sobra los peligros del viaje. La muerte rondaba al peregrino, por el hambre, por la enfermedad, por las fieras, por el agotamiento… En la propia guía nos habla de los peregrinos que perecen en el territorio interminable de las Landas. Y en el Von Sant Jacob –un cantico germánico que Künig conoció bien- se habla de los que mueren en los montes de la Faba, a donde muchos peregrinos de su tierra llegaban agotados…
 
El viaje no era un juego y, por ello, el peregrino necesitaba un bastón fuerte y largo; que le permitiera, saltar un obstáculo o un reguero, rechazar a las fieras o a bandidos. En el libro del viaje de Nicola Albani tenemos el relato de cómo con el bastón se defendió del ataque de un bandolero portugués, en las montañas del valle del rio Limia; una lucha en la que el atacante perdió la vida.
 
El monje alemán, Künig, advirtió en la guía de los trechos inhóspitos y de otros donde sólo hallaría unas ventas hostiles al viajero sin caudales. Ante ello le recomendaba que procurase abastecer bien la mochila y no se desanimase por hallar gentes de duro corazón. 
 
El objetivo de aquel novedoso texto era sencillamente ayudar al caminante. Porque hace siglos, el viaje era muy duro, de ida y retorno, y el peregrino a veces tardaba varios años en la marcha. La del obispo armenio Martiros de Arzendjan duró de 1489 a 1496. Siete años, Y al terminar su relato escribió desolado: fue un viaje lleno de infortunios tales que hubiera preferido sufrir más bien la muerte que padecer tales peligros.  
 
…Y en el viaje, la hospitalidad era esencial para el viajero. Afortunadamente, esta era una virtud extendida, cuya práctica se halla en los cimientos de nuestra cultura.
 
Entre mis libros preferidos de los días estudiantiles están los de la literatura griega clásica. Y entre ellos, dos que tratan sobre sendos viajes: el Anábasis de Jenofonte y la Odisea de Homero.
 
Y es en la Odisea donde encuentro reflejado especialmente el sentido y el valor de la hospitalidad; una virtud que estaba amparada por los mismos dioses. Zeus –el mayor de la cosmovisión griega- era considerado como Zeus hospitalario, protector de viajeros y suplicantes; un dios que, según el mito, a veces se disfrazaba de viajero para comprobar el grado de hospitalidad de los seres humanos.
 
En la Odisea descubrimos el valor de la hospitalidad en el viaje de Telémaco, el hijo de Ulises, cuando abandona su isla para ir en busca de su padre. Y en el libro destaca también un ser hospitalario maravilloso: Eumeo, el porquero de Ulises, quien cuidó, alimentó, alojó y vistió a su dueño, cuando este retornó a Ítaca de incógnito, disfrazado de pordiosero. 
 
Y tenemos también el ejemplo contrario: Polifemo, el ser no hospitalario, deshumanizado, bestial, que representa el caos y la barbarie. 
 
También hallaremos maravillosos ejemplos de hospitalidad en la literatura hispana. Y cito especialmente al Quijote. Podemos hacer diversas lecturas de la novela de Don Quijote de la Mancha: la humorística –no olvidemos que su fama primera llegó por el humor- la de la lucha entre el idealismo y la realidad, etc. 
 
Pero también podemos ver al libro de Cervantes como una novela de la Hospitalidad. En todo el periplo del hidalgo y el escudero late el tema de la hospitalidad. En todo el recorrido hallamos virtuosos de la hospitalidad, desde los cabreros hasta los enamorados Basilio y Quiteria.
 
Y a la par, nos maravillamos con la entrega de los protagonistas al otro, al extraño. ¡Cuántas veces he recordado  el espíritu fraterno de Sancho Panza, entregando a los peregrinos alemanes la comida que llevaba con él cuando partió de la Ínsula!  
 
Tanta era la visión de la hospitalidad, como lógica de la existencia humana, que Don Quijote se negaba a pagar en las ventas al estimar que allí estaba acogido a la hospitalidad del señor del castillo.

Toda la historia del Camino de Santiago, toda la movilización humana por la senda de la peregrinación, no se concibe sin la Hospitalidad. Y toda la literatura odepórica santiagueña, salvo escasas excepciones, alaba la hospitalidad hispana. El ya citado Nicola Albani habla de la humildad del campesinado hispano, pero alaba su maravillosa acogida al peregrino.

Podemos considerar al Camino de Santiago como la manifestación de hospitalidad más notoria de la historia europea. Millones de viajeros cruzaron todos los países en dirección a Compostela. La generalidad de ellos recibió acogida y alimento, tanto de las instituciones religiosas y civiles como de los propios habitantes de las aldeas rurales. 

En nuestro tiempo, el cambio de óptica en esta materia ha sido importante por la evolución de la propia sociedad; el influjo de una ética más economicista y la propia influencia del poderoso sector turístico, entre otras circunstancias. 

Sin embargo, pese a que la recepción de los peregrinos se ha mercantilizado progresivamente, la acogida tradicional sigue siendo un valor identitario del Camino; un valor que debemos cuidar y estimular. Y en ello estamos.

Cuando a principios de 2025 convocamos el premio, pronto nos sentimos especialmente felices, porque a él se presentaron candidaturas que mostraban lo mejor de ese espíritu de acogida fraterna y solidaria… Apolinar Fernández Franco, secretario del jurado, lo confirmará ahora con la lectura del acta. Pero en especial nos impactó la de los Hospitaleros voluntarios:

Más de 30 años de acogida, más de 10.000 personas procedentes de todos los continentes practicando de forma altruista y gratuita la hospitalidad tradicional jacobea, en decenas de albergues a donativo. Este año los tenemos en albergues del País Vasco, de Navarra, La Rioja, León, Castilla, Andalucía, Aragón y Extremadura…

La inmensa mayoría de los hospitaleros voluntarios han sido peregrinos sensibilizados por la labor altruista que han visto en su marcha y que luego tomaron la decisión de dedicar parte de sus vacaciones para atender a su vez a los viajeros; practicando también la Hospitalidad Tradicional Jacobea. Una lección de altruismo y de generosidad.

Como organización sin ánimo de lucro, nuestra Asociación creó un premio sin dotación económica… Pero ni nuestra capacidad económica es grande, ni nuestro objetivo es el de entregar dinero, sino proclamar a toda la sociedad el valor de la hospitalidad, realzar su práctica y contribuir a ello, destacando ejecutorias ejemplares tanto de personas físicas como jurídicas. 

Es un premio destinado a divulgar un valor y proponer modelos a seguir.

Empecé citando a los griegos y termino recordando al famoso discurso de Pericles en honor de los héroes de la Guerra del Peloponeso; un maravilloso texto sobre los valores que presiden la vida de los ciudadanos y que explicaban la grandeza de Atenas. 

…Un discurso que comenzaba advirtiendo que: es necesario y justo rendir homenaje a aquellos que contribuyen a hacer más grande y valiosa la ciudad, por lo que ello tiene de recordación y ejemplaridad para las sucesivas generaciones.

Esa ejemplaridad es especialmente necesaria en nuestro tiempo. Porque –y aquí utilizo una frase del presidente del Jurado, Rogelio Blanco (ausente hoy por un compromiso docente en Puerto Rico), la hospitalidad es el recibimiento del otro como hospes (amigo) y no como hostes (enemigo); un valor que en los últimos los años se pone en juego y que ciertos líderes no sólo lo niegan, sino que lo combaten.

En este sentido, hoy es para mí y para la Asociación que presido, un orgullo, una inmensa satisfacción, daros la bienvenida a todos y agradecer que -con la labor de unos y la presencia de todos- demos relevancia a este premio a la Hospitalidad, y a la organización premiada, por lo que tiene de ejemplar para la sociedad.

Enhorabuena a los Hospitaleros Voluntarios; larga vida a esta organización, y muchas gracias a todos.