(...)El oeste español no tiene quien lo cante, ni quien lo escriba, ni quien lo rescate del olvido y de la tristeza. Vamos, que los últimos en hacerlo fueron los romanos, hace algo así como dos mil años. En este oeste hubo entonces, cuando Augusto, cuando Asturica y Emerita Augusta, una Vía de la Plata, algo así como una autopista de comunicación y comercio, o sea, de progreso y de vida, que ahora, pese a los esfuerzos de algunos quijotes, es una cicatriz de hierbas salvajes, mustias y dolientes.
Incluso hubo un ferrocarril que unía noroeste y suroeste con trenes cargados de ilusiones y esperanzas hasta que un gobierno de la democracia lo atracó en vía muerta porque no resultaba rentable, porque los viajeros de tercera no son rentables...
(...) y la Vía de la Plata en manos de cuatro quijotes que se esmeran en limpiar las hierbas del camino para devolverlo a la vida.
Uno de esos quijotes es Tomás Álvarez, un periodista leonés que le saca tiempo a su diaria labor en la agencia Efe y a su pasión por la literatura -acaba de publicar «El canto del alcaraván», una novela sobre la vida rural de su tierra, que es la tierra de estos pueblos olvidados del oeste- , que ha proyectado el Museo de la Vía de la Plata que, Dios y los políticos mediante, en 2008 será una realidad en la capital zamorana.
El edificio del Banco de España será su sede, lo cual tiene su aquél, pues los tiempos que corren no son propicios para conservar y mostrar tesoros de la historia, sino para los contantes y sonantes: o sea, euros y votos. Tiene mérito, pues, la iniciativa de este museo en Zamora, que no sólo remarcará la importancia de la capital y de la provincia en la Vía de la Plata, sino que podrá atraer algo de ese turismo, de esa gallina de los huevos de oro, que nunca supo que el oeste también existe. No sólo el sur... y Cataluña.